viernes, 12 de octubre de 2012

DESDE UN BANCO DE HOSPITAL




Estaba en un hospital de Montevideo, sentado a la espera de ser atendido en la clínica de cirugía, de pronto un señor de unos setenta años supongo, me observaba con una amistosa sonrisa y con una mirada de esas que se mueren de ansiedad por hablar, con el adorno de una lágrima que parecía estudiar la ruta sinuosa de aquellos cachetes gastados y rosados, para lanzarse en picada. El señor se levanta y se dirige a la ventanilla para preguntar el numero que iba, cuando vuelve a su sitio alguien le había ocupado la silla, entonces yo me corrí hacia un costado y lo convide con un pedazo de banco para que se sentara, a lo que acepto y agradeció. Una vez a mi lado me mira con esa expresión simpática he inofensiva, con la ternura de un anciano, lleno de vida vivida, de tiempos… de cicatrices de Amor y algún dolor, y me preguntó _ Usted me conoce? _ Pasaron algunos segundos, mientras el esperaba mi respuesta, yo mirándole fijo a sus ojos, podía sentir como mis cejas y parpados se estremecían entre si, quebrantando un sentimiento, de compasión y comprensión, que no pude resistir.

Yo le conteste suavemente y alargadamente_ si…lo conozco…

El señor se hamaca un par de veces y suelta una risa corta, como de alegría y alivio, y golpea sus rodillas con la palma de sus manos, y deja prendida una radiante sonrisa…

Señor: _de donde me conoce?

Yo: _ Bueno creo que usted es hijo de emigrantes, de aquellos que llegaron a formar parte del Uruguay, desde alguna parte de Europa, en asilo de alguna guerra, de aquellos hombres y mujeres, guapazos que vinieron a buscar trabajo, y otros que trajeron sus capitales para invertir en una nación segura como era la nuestra en esas épocas, si no me equivoco usted es un viejo descendiente, de gente laburadora. Pero hoy vino hasta este hospital publico, porque es usted un jubilado, que laburó toda su vida, y con lo poco que gana, este es el sistema al que pudo optar,. Usted tiene de seguro una familia numerosa, a la que formo con la dignidad de su trabajo, pero hoy nadie lo acompaño hasta aquí, llego solo con mucha dificultad, lo se porque es lo que sucede en las familias grandes, nadie se ocupa de los abuelos, todos dejan para alguien mas, lo que es obligación de todos; es mas señor de seguro la única persona en la cual confía la dejo en su casa, para cuidarla, porque es común que gente de su edad tenga temor de dejar su casa sola, por los robos y todo eso. De seguro usted, esta en este hospital, viendo la gente pasar y a su vez buscando los rostros de toda aquella familia, a la que le dio una mano en la vida, la gente a la que usted sirvió, a la que dedico sacrificio, tiempo, amor y amistad incondicional… pero que hoy no están para devolverle ese afecto… esa compañía. Así es… dígame, es usted la persona que yo conozco? Le pregunte, con voz suave.

Pasaron unos segundos, y el, intercambiaba la mirada, entre mis ojos y el techo del hospital,

El silencio consintió ambas partes, mientras la cabellera blanca y fina de este amigo parecía destellar los recuerdos sepias de un pasado trastornado, entre los misterios e incertidumbres, que parecían querer salir desde aquella boca para confesar algo; entonces el me miro y me contó: - Soy del sur de Russia, llegue con mis padres con diez años a Uruguay, y hoy tengo ochenta y dos, vivo en el Sauce, con mi esposa Elida, quien quedo cuidando las casas, tengo treinta y un nietos, ocho biznietos, nueve hijos que tenemos, cinco mujeres y tres varones, es verdad joven. – mientras se agachaba para quitarse una zapatilla, mostrándome el dedo grande del pie desgarrado, al cortarse con la azada; me contó que hace quinta en su casa para compartir con su familia, se dedica a la huerta desde que se jubilo de herrero Metalúrgico, oficio que heredo de su padre.

Un suspiro muy hondo corto su cuento, y una jauría de lagrimas salio a devorar la arrugada piel de su cara, y con un pulgar de su mano hizo gesto de que todo estaba bien. Mientras la enfermera llama un paciente, con apellido de esos imposibles de pronunciar, creo que era de acento Russo, en fin que se yo…

Solo se que la vida esta llena de historias, de las cuales aprender, de cuales compartir; por eso quizás soy diferente, porque escucho a los mas viejos para robar parte de su sabiduría, y si también la vida esta llena de Soledad, como la de este amigo, con una familia tan grande, y viniendo tan solo a un hospital, por un rato quizás el sintió que yo era uno de sus nietos, y yo por un rato sentí que de en verdad lo era…

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